Las sábanas están frías. Las continuas heladas son la única metáfora que tengo para explicarme. Me araño y la piel se escharcha, se me ajan las entrañas, se me pudre el cuerpo. El viento ni siquiera sopla y la madrugada parece estática y eterna. Ojalá. Me acuesto todas las noches repitiéndome que ya no estás, que no volverás, para despertarme empapada de sudor, llanto y locura. Sin encontrarte. Sólo hay sangre y taquicardias. Porque no estás. Porque ya no estás. Por qué ya no estás.