Blindblindblind.

Volvía la luz dorada. Volvía la luz dorada en mañanas en las que ni siquiera pensaba en volver a despertar. Me habría gustado encontrarme con un mundo gris y desolado que ocultara toda mi desidia y me arrancara la piel mientras el silencio me arañaba las ideas. Me habría gustado astillarme los huesos. Saltar desde una ventana muy alta y convertirme en ceniza para que el viento disgregara para siempre mi cuerpo. Pero en vez de arrojar mi existencia al vacío, empecé a fumar. Y pensaba. Tanto las palabras como la ausencia de ellas me sabían a veneno. Y entonces volvía. Volvía la luz dorada y también los monstruos, devorando ávidamente lo que lentamente había estado construyendo.


A Silver Mt. Zion, Black waters blowed/ Engine broke blues

Blank

Anclarse o echar a correr. Esa era o podía ser una de las infinitas e indeterminables cuestiones que asolaban todas las existencias. Podría ser un punto de partida, pero no sé cómo empezar, la verdad. Las transcripciones desde el cerebro a las teclas al final siempre sufren alguna transformación y ya no sabría cómo considerar la esencia inicial de las palabras. Desde hace tiempo carecen de sentimiento. Y de sentido. Las palabras, digo. Aunque en realidad desde hace tiempo todo empieza a impregnarse de ese halo de aspereza y vacío insondable que terminará por devorarme. Desde hace tiempo todo gira incansablemente, como las imágenes de norias en los anuncios que se iluminan y se apagan, se iluminan y se apagan, simulando el transcurso de los días. Desde hace tiempo tengo la sensación de disiparme. Según la distancia visual entre mis extremidades y mis ojos, contemplo en mayor o menor grado mi evaporación. Parece que la parsimonia ha acabado con toma emoción. Escribo como si estuviera muerta. Escribo a oscuras. Escribo y la música se deshace tanto como mis propias ideas. Pero no he dejado de fumar. Vomitar, llorar, tirarse del pelo, dar vueltas en la cama apretando la cara contra la almohada intentando asfixiarse, arañarse y abrirse en canal. Endorfinas, noches agitadas, respiración pesada, pensamientos podridos, pesadillas, sudor al despertar, "mierda, ya es por la mañana otra vez", y vuelta a empezar. Desaparecer entre la gente. Sólo pido volverme invisible y que todo lo que diga, haga o piense pierda la coherencia. Que si me arrojo a un río podrido desde un puente a la insuficiente altura como para matarme, únicamente para impregnarme de fango viscoso y hedor insuperable, nadie interprete nada diferente a que lo que pretendo es simplemente materializar lo que llevo dentro. Despojarme de las máscaras y extirparme las entrañas rotas que de tanto pensar y roerlas ya no pueden más que sangrar y volverme loca.


Metallic Falcons, Misty song

Descompensación

Hueca

El estatismo inerte y sobrecogedor de la noche acompañaba al desesperanzador y desesperante desvelo del insomnio. La oscuridad se plagaba de humo y de electricidad. Lo insípido de la vida removía la monotonía sin sangre. Pasaban los días. Pasaban aglutinando minuto a minuto la decadencia propia de la más insondable inconsciencia. Era flotar en una nebulosa imperturbable que tarde o temprano acabaría por romperse. Pensaba en la caída, en la piel roída y los recuerdos clavándose como astillas en cada poro de mi cuerpo, pero ya no me austaba. Ya no sentía miedo. Había perdido toda capacidad para emocionarme o sorprenderme y ya nada me decía nada, y todo al mismo tiempo. Era sumergirse en la espuma de la soledad y atragantarse con cada sorbo de aire mientras se esparcía la ceniza. La excesiva canalización del pensamiento y la ínfima depuración del mismo. Era la paradoja de vivir muriendo sin encontrar motivos por los cuáles seguir haciéndolo o simplemente dejar de hacerlo. Vacía.


Bob Dylan, Blowin' in the wind

13A

Había estado buscando algo que me doliera más que tu ausencia. Y encontré el verde. Pero estaba hueco. No me decía nada, tanto literal como metafóricamente. Sería cierto aquello de que no te llegaba ni a la suela de los zapatos. Ni siquiera te llegaba al límite de la sombra en las tardes de verano, que es cuando más alargadas y deformes son. Como nosotros, desencajados y deformes. Deshechos. Lo que fuimos, somos y seremos. Perecederos y eternos. Apoteósicos y doloros. Envenenados de muerte y venenosos de vida. A veces pienso en la cantidad de palabras que empiezan por D y arañan. Como tú. Y nuestro silencio, y la puta distancia. Pienso en los espasmos de mi cerebro, en el agua, en la idealización del arte, en los recuerdos, en los mientras, los quizá y los ojalá, en la falta de color, en las conversaciones que hurgan las heridas y en las mentiras de la supervivencia. Pienso en el día a día y en las sábanas revueltas, en las camas sin hacer, en la ropa sin planchar, en los agujeros de la piel y en la primavera tardía y fría. En las noches vacías. En mi cáscara rota. En mis huesos rotos. En mi cerebro retorcido. Y en los cigarros de madrugada apaciguando todo mal. Y 34.
Si no fuera por la música, tal vez no habría mañana.


65daysofstatic, Radio protector

Vaivén

No iba a mentirle. Acercarse a ella es como adentrarse en un mar embravecido y dejar que una enorme ola de arena y sal te arrastre dentro, engulléndote con la tempestad. Es como intentar sobrevivir a mar abierto en una pequeña embarcación carcomida por el sol y el tiempo. Es como morirse de sed estando rodeado de agua. Es como quemarse vivo estando rodeado de agua. Es paradójico y absurdo. Quizá tentador, pero a fin de cuentas arrollador y destructivo. Infinitamente doloroso. Venenoso e irreparable. Como el espejismo de un oasis al derretirse entre dunas los cuerpos bajo el sol...


Bonobo, Black sands

Ya no.

A veces, simplemente es tarde.