Cero

Fluía, feroz y deslumbrante, como un río en llamas.

Mutual

Sigue pasando el tiempo. Todavía recuerdo todos y cada uno de los momentos. Aquella fue nuestra verdadera despedida. Aquel beso triste, amargo y raro, mientras esperaba sentada a que desaparecieras entre la bruma, en aquel túnel oscuro, en aquel puto autobús. Mientras esperaba a que te fueras, lejos, y al mismo tiempo deseaba que no te marcharas jamás, mientras deseaba que te quedaras para siempre. Que nos quedásemos en una dimensión paralela y diminuta con montañas y mares para nutrir nuestras raíces de reciprocidad. Vivos, deslumbrantes y gloriosos. Deseaba que estallase el universo, que se congelaran los días y que no hubiese cuenta atrás. Ahora sigue pasando el tiempo. Ahora el universo se desvanece y sólo nos congelamos en el frío de los días. Ahora resto las horas de luz mientras sumo huesos a mi cuerpo. Ahora me duele tanto pensar en volver a verte como pensar en no volverte a ver. Te echo de menos. Me echo de menos. Tengo necesidad y miedo. Eras el de la mirada infinita y azul. El del humo áspero y las tardes soleadas de costillas sinuosas. Siento cómo se ensancha el agujero negro de mi alma según aumenta la distancia, según acentúas el silencio y marchitas la presencia. La esencia, se ha podrido la esencia. No volveremos a florecer. He distinguido por fin que estamos muertos.


Mitigo

Pasar las horas muertas, muerta. Queriéndote a escondidas, matándote en silencio. Pasar las horas vacías, estéril de vida. Qué me queda más que lamer el veneno y tapiar poco a poco las grietas de piel, qué me queda a parte de morderme las uñas y beber mucho café. A parte de mendigar y reptar, mientras las distancias aumentan tu ausencia y reducen mi presencia.


Y

Me vuelvo a mi rincón oscuro, a rastras, donde yo ya no me reconozco y no me duele tanto si no me piensas. Me vuelvo a mi rincón oscuro para dejar de ser, para huir de la sed, llena de heridas, sin todavía saber cómo evitarlas, cómo curarlas. Me vuelvo a ir, sin ganas de volver a volver, como tú. Como todo, supongo. Me vuelvo a moder los labios y vuelven los cafés largos. Vuelven a irse los pájaros. La sangre también. La sangre siempre se fue, antes de que amaneciese, siempre se perdía la sangre. Me vuelvo a mi rincón de mierda para no escribirte otra vez lo mucho que te echo de menos, para no arrugarte, para no pedirte que me mates, una vez más. Me escondo para olvidar y remover la tierra, buscando un resquicio de fertilidad donde poder volver a sembrar para que todo florezca. No sucede. Me escondo para que no me mires, para no verme.