Perderse. Para siempre. Ojalá.

OFF

No había nada que perder. Nada que ganar. Nada que hacer. Los días se diluían rápido y descendían al abismo. Saltaban a él. Se filtraban por la tierra y se dejaban caer. Los paseos de madrugada no dejaban de crecer. La primavera amenazaba con desaparecer y aún hacía frío poco antes del amanecer. A veces pensaba. A veces pensaba demasiado. Creía ver, creía entender. Pero probablemente se estuviera equivocando. Anclaba su vida al laberinto ajeno a su cerebro, pero nada funcionaba después. Quizá fuese aquello lo que merecía. Apagarse. Apagada. Consumirse lentamente disfrutando y destruyéndose al mismo tiempo con el veneno de su propio cuerpo. Sí, tal vez.


Ólafur Arnalds, Kjurrt

Banquete funerario

Te habría pedido que me mataras, pero tú no habrías entendido nada. Ahora tengo que esperar a que el tiempo, la desidia o la locura me lleve a cualquier otro lugar. Ya no me importa si me arrastran viva o muerta, ya me da igual. Tus dientes se deshacen y en mi piel se pierden los recuerdos. Absurdos, por supuesto. Como mi idealización del momento y todo lo demás. "Si tú supieras" es una de las frases que con más frecuencia asaltan mi pensamiento últimamente. Dejo la música sonar y en ocasiones es como si NADA pudiera volver a su lugar. El humo sonrió al verte. Me gustaría... Es mentira. Todo es mentira. Incluso tú y yo somos sólo una jodida mentira. Una parodia de la realidad. Vacío. Eso somos. Tú y yo. Demencia. ¿Qué? No.


Machetazo, Banquete funerario

Degeneración

Pensó, y se le rompieron los huesos.
Estalló el espejo, y se retorcieron sus sesos.
Se perdió el verde y el gris asoló todos los cimientos.
Sangró y sangró hasta que el humo taponó todas las heridas y dejó de sentir lágrimas rodando por sus mejillas.
Ya sólo reía.
Así, hueca. Así, vacía. 
El abismo a sus pies rugía. 
Mecía, con el cálido aliento desesperado, cada recuerdo. 
Cada momento.
Hasta pudrirse y perderse
muy adentro.


Punto muerto

Ya no sufro, ni padezco. El blanco ha cauterizado todo mal y tus marcas desaparecerán. Yo también. Me diluiré en las noches sin verte mientras tú sigues esperando encontrarme en algún lugar. Volverás, pero la paciencia habrá de agotarse primero. El ansia germinará y habrá terminado tu juego, quizá lo sepas ya. La necesidad florecerá y el tiempo deshará todo intento de evitar caer en el abismo. Hay enfermedades que se hacen lentamente con tu cuerpo. Hay parásitos que crecen poco a poco dentro de ti. Y será entonces cuando dejarás de huir, porque no podrás seguir corriendo. Volverás la vista y nutrirás todo aquello que intentas abandonar desde hace tanto tiempo.


Whitechapel, Possession

Deconstrucción

Había decidido dar un ultimátum a la situación. Había palabras que me encantaba decir, palabras que ahora sinceramente no recuerdo. Me había estado refugiando en otro lado, en el papel, en la tinta, en la sangre. La desidia se lo come todo. La erosión de la madera sin barnizar, ¿sabes? Así la siento. La apatía es como una gran ola rebasando una pequeña isla. Es como el campo de minas de mi cerebro. Como una silla vieja y olvidada en algún desván con termitas mordiendo aquí y allá. Y yo sin apenas poder respirar, dando gracias a tampoco poder pensar, ni dormir, ni pesar.
Cuando llegó el momento de preguntarme por qué aquello me importaba tanto, me eché atrás. Ni siquiera intenté descubrirlo, no me interesaba. Tampoco quise descubrir los motivos. Ya todo me da igual. Perderme y perder. Reptando, siempre arrastrándome hasta arrancarme la piel. Lejos de tu verde triste y cerca del gris al atardecer. Prosa versada, ya sabes.
Ahora me gusta que anochezca sin poder verte, oírte o sentirte. Me gusta poder decir que fuimos y ya no somos, ni seremos. Me encanta tu sonrisa de demente. Y escribirte. Infinitamente.