Nunca se había deshecho tanto. Antes ella era otra cosa, piensa. El fondo negro y el humo gris contrastaban más que el desasosegante azul y la sangre resbalando escaleras abajo. Se estaba perdiendo, estaba dejando de reconocerse cuando su propia mirada le devolvía el gesto desde el espejo. Nunca el vacío había calado tan al fondo. Todo resultaba tentador y extraño. Abrirse agujeros con desesperación y curarse las heridas sabiendo que no desaparecerían. Era raro. Era sentir abismos cada vez que respiraba, eso era. Y se enfundaba en sus gafas de sol, sin lágrimas verdaderas mas sí desesperadas. Se fundía en sus cigarros y el veneno de las madrugadas se clavaba de pisada en pisada. Las calles desiertas de una ciudad maldita que no la reconocía sólo gritaban. Y la adicción al café se incrementaba. Las horas sin dormir no menguaban. Las ojeras se acentuaban. Los huesos se marcaban. Más y más, todo se reducía a eso. Al más querer hacer y menos saber nada. Pero nada de nada. Había leído mil historias y escrito otro millón de ellas, pero los demás seguían sin entender lo que sus palabras encerraban. A su alrededor todos esbozaban trazas idealistas de los sentimientos mientras ella sólo reía. Reía por no llorar, decía. Imaginaba de nuevo el mar y tal vez fuera la única salvación a todo mal. Le habría gustado que aquellos tristes ojos verdes comprendieran verdaderamente algo. Había una canción... Y tomó la irresolución de abandonar todo intento infructuoso de construcción. Las semillas no germinaban y no había qué recoger. Todo se pudría y ella sólo podía deshacerse. Perderse, mientras se rompía lentamente. Se sentaba, muchas madrugadas, frente a la ventana, mirando al viento correr y las horas desparecer mientras las hojas de los árboles hablaban. Fumaba y fumaba hasta quedarse sin aire en los pulmones. Fumaba hasta volverse del gris de las nubes de otoño que se fueron y que, cuando vuelvan, ya nada será igual. Tal vez puede que nada sea, directamente y sin más. Nunca lo sabrá. Le habría gustado que abrirse en canal hubiera servido de algo. Se equivocaba, no había hecho más que equivocarse y ajarse. Agotarse. Para caer finalmente entre exhausta y extasiada a sus propios pies, sin nada que deberle a nadie, sin nada de nada.
Ojalá hubiese nacido pájaro.