Deconstrucción

Había decidido dar un ultimátum a la situación. Había palabras que me encantaba decir, palabras que ahora sinceramente no recuerdo. Me había estado refugiando en otro lado, en el papel, en la tinta, en la sangre. La desidia se lo come todo. La erosión de la madera sin barnizar, ¿sabes? Así la siento. La apatía es como una gran ola rebasando una pequeña isla. Es como el campo de minas de mi cerebro. Como una silla vieja y olvidada en algún desván con termitas mordiendo aquí y allá. Y yo sin apenas poder respirar, dando gracias a tampoco poder pensar, ni dormir, ni pesar.
Cuando llegó el momento de preguntarme por qué aquello me importaba tanto, me eché atrás. Ni siquiera intenté descubrirlo, no me interesaba. Tampoco quise descubrir los motivos. Ya todo me da igual. Perderme y perder. Reptando, siempre arrastrándome hasta arrancarme la piel. Lejos de tu verde triste y cerca del gris al atardecer. Prosa versada, ya sabes.
Ahora me gusta que anochezca sin poder verte, oírte o sentirte. Me gusta poder decir que fuimos y ya no somos, ni seremos. Me encanta tu sonrisa de demente. Y escribirte. Infinitamente.