Vas desapareciendo y siento el agujero de mi estómago perdiendo la sed. Pero lo escondo entre humo y más humo y ansia de besos como sedante al pensamiento. No sangro, ni lloro, ni duermo. Ahora sólo floto en mi nebulosa constante, esperando a que se rompa para volver caer, y escurro como agua en el cristal, siempre así, hacia abajo. Hasta llegar a tu piel y desaparecer. ¿Volver a verte? No sé. Empiezo a volverme gris y me gusta tu verde. La música me deshace y me gusta creer que...
Me diluyo y nada acaba, y nada vuelve a empezar. De madrugada polvareda y frío, nada más.