Hipotermia

Te confieso que casi todas mis noches se tiñen de sangre. En mi cama no hace calor y el frío reside en cada rincón de la habitación. No consigo que se vaya. Es como el olor a humedad en una sudadera que ya no tengo. Es como una fragancia inexistente pero presente, ¿sabes? No se va, todo está gélido, congelado. Mi cuerpo es un témpano de hielo. Pero puedes arañarme y marcarme para siempre, hacerme surcos en la piel al acariciarme. Puedes intentar licuarme con el calor que prometes. Puedes intentar hacerme olvidar, sacarme los recuerdos a besos o a golpes, ya me da igual. Puedes lamer mis cicatrices o acentuarlas. Como a las palabras. No me importa. En fin de semana el mundo brilla de manera especial y consigues empañar mis gafas cuando te acercas de madrugada. Me encantaría enseñarte lo que veo, lo que siento, aunque no entendieras nada. Un domingo, cuando nunca puedes estar. Echo de menos el mar, la verdad. Me gustaría leer una carta suya sentada en unas rocas austeras y erosionadas por la sal mientras el agua ruge y la brisa suave me envuelve. Lo idílico se aferra a mí por puro despecho y yo no lo dejo ir por puro masoquismo. No, no se vive bien así, pero también es una manera de existir.



Muse, Micro cuts